martes, 28 de abril de 2009

Gran Torino

Hace ya días que vi la última de Clint Eastwood (la última última dice que es como actor, espero que no sea el caso), y me había olvidado de comentar nada. Y eso que me gustó mucho: absolutamente recomendada. Sobre todo porque funciona de principio a fin, es absorbente, bien llevada, con la tensión medida, y mucho humor, y un retrato interesante de la América multicultural; una galería de personajes perfectamente retratados e interpretados, y un mensaje muy a la era Obama... pero derivo, lo importante es que funciona mejor que ninguna otra que haya visto este año.

Es, en esencia, la historia de un hombre que se redime antes de morir, el duro y gruñón, Walt Kowalski (Clint Eastwood, con un ceño escultural) que elige sacrificarse en parte por amistad y generosidad, en parte por desengaño ante lo que le queda por vivir, y en parte para liberarse de un sentimiento de culpa que lo reconcomía por dentro. Kowalski está solo en el mundo: comienza la película con el funeral de su esposa, y se retratan sus relaciones tensas y distantes con unos hijos y nietos vulgares e interesados a los que desprecia. También está aislado en su barrio: todos sus vecinos se han mudado al convertirse el barrio en un guetto de una etnia indochina, los Hmong. Kowalski es racista y antipático, desprecia a sus vecinos y no se corta de espetarles lo mal que le caen y que se podían haber quedado en la selva, o en la montaña, o en el sitio que los parió. Sólo se encuentra a gusto con algún viejo amigo con quien tiene relaciones así como de bar y fútbol, insultándose virilmente para demostrarse su confianza y su aprecio mutuo. Todo esto está muy bien llevado, con escenas cómicas que parecen también una sobrada verbal muy deliberada para hacerles un corte de mangas a los defensores de la corrección política—con un tono muy ambivalente, dándonos una juerga de xenofobia y lenguaje viperino, y eso que también se consigue criticar las limitaciones, intolerancia y cerrazón de Kowalski, y lo injusto que es con sus vecinos.

Bueno, con un par de ellos desarrolla una relación, con una chica, Sue, y su hermano Thao. Una banda de matones Hmong les acosa, y Kowalski los defiende en plan Clint Eastwood, en realidad un tanto por defensa propia y por asco incontenible hacia la escoria social. Y poco a poco se va tratando con ellos: el chaval había intentado robarle a Kowalski su adorado Ford Gran Torino del 72 (icono de sus mejores años) a instancias de los pandilleros: ahora se redime haciéndole al viejo trabajos caseros, y Kowalski se venga haciéndolo sudar pero bien—y poco a poco le va cogiendo aprecio, y lo encamina hacia una colocación en la construcción. La hermana del chico, Sue, que es quien idea el castigo, también le debe una a Kovalski, pues éste le espanta a unos pandilleros negros que la acosaban, y descubren Kowalski y Sue un poco para sorpresa mutua que se entienden bien: ella no se deja arredrar por sus malos modos y le contesta deslenguadamente y tomándoselo a guasa, y a él le hace gracia la chica y vuelve a por más, desarrollando con ella una relación bruto-intimista extrañamente similar a la que tiene con sus colegas de los del manotazo en la espalda. Y luego, además, resulta que le encanta la cocina Hmong cuando accede a regañadientes a probarla, jurando por lo bajo (es que ya no tiene cocinera en casa...).

Bien, pues Kowalski en última instancia se deja matar por esta parejita de Hmongs, cuando se da cuenta de que los pandilleros los van a acosar hasta la muerte (a la chica la violan y al chaval le dan una paliza). Kowalski no los ataca a tiros, sino que los asusta públicamente, y les hace creer ante muchos testigos que les iba a disparar... pero no iba armado, y cuando lo acribillan la policía los detiene y los empapela. Kowalski cae en actitud de Cristo Crucificado, una imagen en la que se le va un poquito la mano al director. Elige hacerlo así Eastwood para subrayar que esta decisión va junto con un retorno a la religión, a hacer las paces con Dios antes de morir. Kowalski rechazaba los rituales católicos y los intentos de acercamiento del párroco (que lo perseguía por encargo póstumo de su mujer). Al final también se ablanda por allí, sobre todo cuando también le ataca por otro frente el brujo de la tribu Hmong, que lee en él que arrastra un gran dolor interno. Era en realidad un trauma de guerra, desde Corea, donde mató más gente de la que le ordenaban, tirando de gatillo fácil, por miedo quizá y por error. Ahora ve en su amistad con los Hmong una manera de purgar ese pecado, y mientras lo acribillan muerte agarrando un rosario y rezando a la Virgen. Bueno, el arte de Clint Eastwood es que esto logra no parecer ñoño, así que chapeau, descubrámonos ante su Cuerpo Yacente.

Es una alegoría de la Vieja América, este Eastwood, con sus virtudes y defectos, más virtudes que defectos resulta tener al fin; quizá donde dice coreanos esté diciendo también japoneses de Hiroshima, con quienes también aplicaron el gatillo fácil los americanos, o Vietnam, o Irak. Ahora la película busca una solución a esos traumas con una transmisión simbólica en el testamento de Kowalski. En lugar de dejar su Gran Torino, símbolo de las esencias, a su familia (a la pedorra pastillera de su nieta), pues se lo pasa a su vecino Thao, el chaval Hmong. Es toda una declaración simbólica contra la política de la identidad (versión americana de nuestros nacionalismos quizá). Thao se ha ganado su respeto demostrando que estaba dispuesto a luchar contra los pandilleros, y también buscándose un trabajo duro como el que tuvo Kowalski y sabiéndose ganar la vida honradamente. América para los americanos—y americanos son quienes se la trabajan, sean chinos o polacos, viene a decirnos Gran Torino, y todo encastillamiento en la propia comunidad es racista, y traiciona el sueño americano.

Una cierta fantasía (white mythology, quizá) sí que veo en ese paso casi sin transición del lenguaje del racismo al de la intimidad y camaradería, pero desde luego si non è vero, è ben trovato, y la película consigue en su espacio imaginario derribar las barreras no sólo de la incomprensión, sino de la hipocresía y la distancia que van unidas muchas veces a la corrección política "obligatoria" en el espacio multicultural. Recomiendo no intentarlo mucho fuera del cine, las reacciones podrían ser impredecibles. Mejor verlo por pantalla interpuesta, y en todo caso no perderse esta película.







Gran Torino. Dir. Clint Eastwood. Written by Nick Schenk and Dave Johansson. Cast: Clint Eastwood, Christopher Carley, Brian Haley, Geraldine Hughes, Dreama Walker, Brian Howe, John Carroll Lynch, William Hill, Brooke Chia Thao, Chee, Thao, Choua Kue, Scott Eastwood, Xia Soua Chang, Sonny Vue, Doua Moua. Music by Kyle Eastwood and Michael Stevens. Cinemat. Tom Stern. Ed. Joel Cox and Gary Roach. Prod. des. James J. Murakami. Art dir. John Warnke. Exec. prod. Jenette Kahn, Tim Moore, Adam Richman. Prod. Clint Eastwood, Bill Gerber, Robert Lorenz. USA: Matten Productions / Double Nickel Entertainment / Gerber Pictures / Malpaso Productions / Media Magik Entertainment / Village Roadshow Pictures / Warner Bros, 2008.




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