jueves, 2 de abril de 2009

Este sí ha evolucionado



Aunque a primera vista pueda engañar, este aborigen sí ha evolucionado. Se le nota en los adornos del cuerpo, señal de que es hombre simbólico, y sobre todo en la avanzada tecnología del paño de la cabeza—que debe ser de importación. También, claro, en el blanco de los ojos: te mira con desconfianza (justificada, supongo—los cazaban como a perros) pero con inteligencia.

La barba no sé si es señal de evolución o no. Según Darwin, el hombre le debe la barba a la selección sexual, es un atributo de atracción sexual. Él, desde luego, se la dejó bien larga, por si acaso. "El tío barría para casa como quien no quiere la cosa", me dicen. Aunque a la calva no le aplica Darwin el mismo razonamiento.

A pocos de nuestros antecesores los pintan ahora con barba, los antropólogos: debe ser que los cavernícolas barbudos hacen demasiado decimonónico. Hasta a los neandertales los afeitan últimamente. Algún homo tuvo que haber que no fuera lampiño precisamente—pero la barba hace más homo sapiens que otra cosa, en la imaginería actual.

De hecho, el de la imagen podría bien ser un homeless californiano con una mano de pintura, algún último eslabón de los hippies de los sesenta, o un Hell's Angel que tuvo que empeñar la Harley ya hace tiempo.

O quizá sea éste un hombre del futuro. En la esquina de mi calle me acabo de encontrar, de hecho, a un cazador-recolector muy parecido a éste.


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