jueves, 13 de septiembre de 2018

Retropost (13 de septiembre de 2008): Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer


Leerme Infinite Jest de David Foster Wallace, ficción postmoderna americana descrita así por sus editores: "A gargantuan, mind-altering comedy about the Pursuit of Happiness in America, from one of the most admired young writers of our time". 1070 páginas sobre...

- Una academia de tenis y la familia de su fundador y directora (familia disfuncional y con hijo monstruoso bien integrado socialmente)

- Los problemas con las drogas de muuuucha gente, incluyendo a Hal Incandenza, segundo hijo de esta familia, a Don Gately, antiguo matón drogota reconvertido a la penitencia y al amor, y mucho me temo incluyendo también al autor mismo, que nos forra a datos detalladísimos sobre las drogas y el pastillamen y su composición química, comercio y distribución, con una dedicación que roza el desquiciamiento.

- Una Reconfiguración política en los EE.UU., parte de cuyo territorio de Nueva Inglaterra sufrió una contaminación nuclear y pasó al Canadá—si bien ahora está habitado por mutantes y bebés gigantes. El presidente USA es un showman de políticas delirantes. Por ejemplo, la supresión de la numeración de los años, para introducir un Tiempo Subvencionado por espónsors comerciales. Estamos, creo, en el Year of the Depend Adult Undergarment.

- Distintos servicios secretos buscando una película extremadamente adictiva que hizo el padre de Hal y fundador de la academia de tenis, el cineasta experimental James O. Incandenza. Destruye la mente de quien la ve. Hay planes de un grupo terrorista canadiense (todos amputados de las piernas por un juego de saltar trenes) para emitirla y destruir la mente de los americanos.

- Y muchas más cosas y personajes marginales perdiendo el tiempo muy a la americana con las actividades más disparatadas, muchas de ellas muy adictivas—como las reuniones tipo Alcohólicos Anónimos, y de grupos de apoyo mutuo para exdrogotas, muy bien satirizadas aquí.

- Pero lo importante es la textura, que es lo que lo convierte en "uno de esos raros libros que renuevan la idea misma de lo que es posible hacer en una novela", como dice su presentación: hay digresiones, y fórmulas matemáticas, rituales locales y juegos que simulan guerras nucleares, modernidad desquiciada y parodias literarias, y mucha escoria social y vilezas límite, y chicas deformes que están buenísimas, y pseudo-historia paralela, y artículos académicos imaginarios... Y en conjunto, es una mezcla desorientadora e indigesta de trozos geniales, como este sobre la dinámica de la innovación y la adopción tecnológica o este sobre los límites de la reflexividad en el cine experimental—junto con otros llevados más allá de toda proporción razonable, como en un chiste infinito de 1070 páginas, con final en ninguna parte.  No se lo recomiendo a nadie—aunque sí, a americanistas a quien les gusten las cosas quintaesencialmente usanianas de la América desquiciada, eso sí; pero yo ya he estado y no tengo interés en volver por allí.

PS: Mientras yo escribía esta nota sobre Infinite Jest, David Foster Wallace se suicidaba en su casa de California.



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