miércoles, 11 de julio de 2018

Retropost (11 de julio de 2008): Tercer contencioso



Nos despedimos de este curso al modo tormentoso, poniendo pleitos. Ya es el tercer recurso contencioso administrativo que planteo contra la Universidad de Zaragoza:
— El primero, el de la oposición a cátedras. Aquí está la historia de este caso.  Actuación irregular y trapichera de un tribunal, protegida luego por el Rectorado del antiguo rector Pétriz.
Este recurso lo perdí en el juzgado de lo contencioso administrativo con una actuación en la que el juez se cubrió de gloria. Vamos, como no es infrecuente que suceda hasta en la Audiencia Nacional, el Tribunal Supremo o el Constitucional, donde se suelen infringir o ignorar (cuando sus señorías lo estiman oportuno) hasta los principios más básicos del derecho. Pues aquí, parecido. Ahora está pendiente de recurso en el Tribunal Superior de Justicia de Aragón, pero no tengo muchas esperanzas de que llegue a nada, vista la vía que ha tomado el asunto.  

— El segundo contencioso se verá en mayo del año que viene, un recurso contra la inactividad de la Administración. Se refiere a la actuación irregular de nuestro departamento excluyendo de la docencia de postgrado a quienes no pertenezcan a grupos de investigación. Aquí el Rectorado nos dio la razón a los recurrentes, pero luego no ha llevado a efecto sus propias resoluciones, ni les ha corregido los papeles ni las actuaciones a quienes actúan (según criterio del propio Rectorado) irregularmente. Otra de traca, vamos. Lo que solicitamos es la aplicación de la resolución del propio Rectorado.

— El tercer contencioso va referido a lo mismo: contra la nueva normativa del departamento según la cual no quedan ya excluidos de segundo y tercer ciclo quienes no pertenezcan a los grupos de investigación, pero "se da la preferencia" a los que sí pertenezcan. Efectos, los mismos, con otras palabras.

Al entender de nuestros colegas, enlazados en grandes corros de la patata, la pertenencia a un grupo es un mérito que eclipsa a todos los demás. No cuenta la investigación efectivamente realizada, pues no se llegan a baremar los méritos: donde hay Miembro de Un Grupo, ábrasele paso, pues goza de la bendición de la Coordinadora y de los Co-coordinadores, y de los Co-Colegas.

Y quien no esté de acuerdo, que vaya a los tribunales, porque al Rectorado esto le parece genial como criterio, aunque nunca lo pondrá por escrito. A nuestro recurso de alzada contra esta normativa, dio la callada por respuesta. Otra posibilidad, claro, es que al Rectorado más bien le traigan al pairo los criterios que emplean los departamentos para repartir la docencia, o los chanchulletes que se monten. Pero cuando vaya su abogado a defender esto ante un tribunal, bien tendrá que echarle fe y cantar las excelencias de la pertenencia a equipos de investigación como mérito clave y piedra de toque de todo el sistema. Pues allá ellos, lo que eligen defender—si de mí depende, ya mostraré cómo eso es incoherente con las propias resoluciones anteriores del Rectorado.

Y si gana la universidad este contencioso, pues genial: que se aplique el sistema a toda la Universidad, y que nos digan de una vez que es obligatoria la pertenencia a los grupos de investigación. Y que cambién la redacción de los Estatutos. Pero eso, ves, ya gusta menos, porque aquí lo que de verdad mola es que haya una ley en cada rinconcillo, la que dicta el jefe del corral de turno. Eso es lo que menos problemas le trae al Rectorado—o eso se piensa, al menos.

Contra esa política oportunista y carente de principios sólo se puede hacer una cosa: recurrir fuera, a los juzgados. Y que sea lo que el juez dictamine. Esperanzas no tenemos muchas, de nada. Porque es una manera de hacer que se lleva no sólo en esta Universidad, sino que es típicamente española. Y cada vez más—cada corronchico, con su leyecica, y la letra de la ley "de verdad", pues... "incomprensible" para todos, y hasta para los jueces que habrían de aplicarla. La letra dirá lo que ellos dicen que dice, una vez olvidados o tergiversados los aspectos que molesten. Que sería muy jorobado el hacerla cumplir, si la gente se acostumbrase a exigirlo. Menos mal que no hay mucha costumbre de hacerlo, y contra el vicio de pedir, ya se sabe.








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