sábado, 31 de diciembre de 2016

Retropost #1292 (31 de diciembre de 2006): Regiones devastadas



Publicado en Recuerdos. com. José Ángel García Landa

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"Biescas no tan lejana" es una exposición fotográfica que se exhibe en el centro cultural "Pablo Neruda" de Biescas; también es el título del libro que la recoge, coordinado por Jesús Escartín. Son fotos de Biescas de la primera mitad del siglo XX en su mayoría, desde la época de las diligencias hasta la reconstrucción gradual del pueblo en la postguerra. Las primeras están ocupadas íntegramente por personajes nacidos en el XIX, en tiempos de la reina; de la más reciente, de hacia 1964, tengo memoria yo mismo. Todos somos ahora personajes de otro siglo.

Subíamos a la Caseta de las Brujas con mi hijo pequeño y con la madre de él, y veíamos los muros del aterrazamiento de Arratiecho, que parecían hechos por una civilización anterior, nos preguntábamos cuándo se harían y esa misma tarde en la exposición los vimos en construcción (una obra china o egipcia parecía eso). Centenarios escasamente son esos muros; ahora cubiertos por el bosque, allí aparecía todo el monte despejado. Además, antes de la electrificación se talaban a conciencia todos los bosques cercanos al pueblo. También salía una serrería, en la que he estado y ya no estaré.

Me ha gustado ver tantas fotos de rincones apenas reconocibles, sólo por la orientación de los montes, o el punto de referencia de las iglesias. Muchísimas casas se destruyeron en la guerra; entre ellas la casa donde nació mi padre, que sale en algunas fotos. Una feria de hacia 1940 muestra el ganado entre montones de ruinas. La iglesia de San Pedro sin torre, la del Salvador apenas reconocible, antes de la media demolición y reconstrucción que hicieron los de Regiones Devastadas. Que también hicieron el ayuntamiento nuevo, los porches, la casa donde nací, recién construida en las fotos, y el matadero (hoy centro cultural donde se exponía la colección).

Y se reconstruyeron algunas casas. Pero todo el centro del pueblo en el que crecí estaba en los años sesenta y setenta lleno de espedregales donde los niños jugábamos a bandas y a guerras. Con forganchas, que era lo que se llevaba por entonces (luego supimos que se llamaban tirachinas; también que los espedregales se llamaban montones de cascotes, y que no tenían por qué ser un elemento inevitable del paisaje urbano). Aún queda algún montón de piedras por allí sin ordenar, pero la ola de especulación ladrillera es la que realmente ha terminado de reconstruir, y de dejar irreconocible, el pueblo.

En las fotos sale la nueva plaza mayor, la que yo conocí cuando me sacaron en brazos de la casa que había construido Regiones Devastadas para sustituir a la vieja casa de los maestros. La devastación fue aún mayor en la familia, por el asesinato de mi abuelo Ángel, maestro en Escuer. Mi abuela Eusebia, también maestra, se trasladó con sus tres pequeñajos a la placeta Albéitar, y de alguna manera y con mucho esfuerzo los tres consiguieron hacer carrera. Mientras, la plaza mayor iba cambiando: el ayuntamiento nuevo, luego la casa nueva del Banco, luego otra, y otra, hasta dejarnos sin espedregales en la plaza a los chavales… que ya no los necesitábamos, porque para entonces ya me había ido a estudiar a Sabiñánigo y luego a Zaragoza.

Recuerdo la primera reforma de la plaza, que al principio era una explanada de grava sin mucha más historia: hicieron unos jardincillos, unos setos y una fuente con surtidor en el centro. El de tirar a la gente dentro en las fiestas. La de horas que habré pasado yo poniendo barquitos en la fuente, o sacando con un palito los bichos que caían dentro. Ahora se ha librado la fuente de milagro, porque los reformeros siguen mejorando, o devastando, el pueblo: está la plaza de obras, y Álvaro, Ivo y Oscar apenas se acordarán de la plaza con setos y jardincillos; ésta que están haciendo ahora es de diseño más duro y pétreo. A mí no me gusta el centro de Biescas desde que talaron los chopos de detrás de la terraza. Será el pueblo de los recuerdos de otros, pero ya no de los míos. Y no tiene mucho apego a los recuerdos, aunque organice exposiciones fotográficas. La casa donde nací también está de obras, vaciada, sufiendo una segunda o tercera reforma; fue instituto, luego biblioteca… entretanto ahí crecí yo, y había creído que era mi casa. De niño te haces esas ideas.

No sé si alguna vez tuvo carácter propio Biescas, pero con los bombardeos y demoliciones y reconstrucciones debió perder un tanto el norte, quedarse como atontada, sin saber bien de dónde venía y a dónde iba. Hoy sé que me puedo esperar cualquier cosa de Biescas: encontrar el parque de la Conchada talado, por qué no. Siempre han cortado allí los árboles más viejos, gruesos y altos ("dan demasiada sombra"). Ahora Biescas es una gran urbanización vacía, llena de apartamentos con decoración "típicamente montañesa", que rara vez visitan sus propietarios entre compra y venta lucrativa. Igual hasta un día invierto yo, si llego a tener dinero, y me compro un piso en Biescas. Vete a saber. Pero nunca será mi casa. Esa está en un rincón del tiempo, y no puede salir a la venta.




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