domingo, 24 de abril de 2016

Retropost #873 (22 de abril de 2006): The Cambridge Companion to Shakespeares



Siempre estoy a vueltas con libros nuevos y viejos sobre Shakespeare (ya que me dedico a enseñarlo). El último que me he leído es The Cambridge Companion to Shakespeare, una colección de capítulos de diversos autores editada por Margreta de Grazia y Stanley Wells (Cambridge: Cambridge UP, 2002). En el post anterior he citado a Dennis Kennedy; ahora traduzco otro trocito interesante suyo:
Desde el principio de la vida póstuma de Shakespeare como dramaturgo, dos cuestiones han estado presentes de modo continuo: las proclamas de su universalidad, y su apropiación en ambientes foráneos. La primera declaración de la universalidad de Shakespeare apareció en el primer documento crítico de importancia sobre Shakespeare, el poema dedicatoria de Ben Jonson en la edición Folio de 1623. En memoria de su amigo y rival, Jonson lo presentaba brillando más que los demás dramaturgos y poetas:
    Triunfa, Gran Bretaña mía, puedes mostrar uno
    A quien todos los escenarios de Europa deben rendir homenaje.
    No era de una época, sino para todos los tiempos ... (41-3)
Pero la universalidad es un concepto problemático: a menudo lo que creemos que tiene un atractivo global resulta ser más limitado localmente o temporalmente de lo que pensamos.Como los textos de Shakespeare parecen abiertos --intelectualmente y teatralmente inestables y sujetos a comprensiones y valoraciones divergentes-- hay públicos enormemente diferentes que han conseguido leer o proyectar sus propios intereses en ellos, o verlos como reflejos de su propia condición. El amplio atractivo del que ha disfrutado Shakesepare a lo largo del tiempo y el espacio puede ser resultado de la indeterminación de su obra más bien que de su universalidad. O quizá sea eso lo que la universalidad significa en última instancia en el arte: resistencia ante los cambios, basada en la elasticidad de un artefacto. ("Shakespeare Worldwide", 252).
La elasticidad teatral de Shakespeare está fuera de duda, pero aun allí hay que tener en cuenta que sus adaptadores lo vuelven aún más elástico... recortando y hasta añadiendo donde lo creen conveniente: hasta convirtiendo a Voltemand y Osric en personajes sustanciales, si hace falta (ver Barra Siniestra de Nabokov). Así pues, un clásico no nace, se hace... primero se hace a sí mismo, y luego lo hacemos entre todos los demás. Por eso interesa tanto Shakespeare, supongo: como el clásico más vivo y más comentado, presenta también de modo ejemplar lo que son las virtudes del clásico y que no podemos encontrar en un no-clásico: todos los ecos acumulados a su alrededor, las interpretaciones que lleva a cuestas, la intertextualidad de su recepción. No arrastra toda, claro, nunca se puede... pero arrastra bastante. Lluis Pasqual, que dirige estos días en Zaragoza Hamlet y La Tempestad, también nos recuerda que "cada generación se propone leer los grandes textos a la luz de sus vivencias".
Lois Potter cierra su capítulo sobre "Shakespeare in the Theatre, 1660-1900" reflexionando un tanto irónicamente sobre esta "flexibilidad" de Shakespeare con los tiempos cambiantes del siglo XX:
The dramatist who had once been championed as a force for both poetic language and realistic psychology would now be invoked instead to justify non-mimetic theatre, Brechtian political drama, fluid staging, and a post-modern treatment of character. (196)
Y más relativismo, más apropiación, más versatilidad y perspectivismo encontramos en el capítulo de David Scott Kastan sobre "Shakespeare and English History". Kastan ve las obras históricas de Shakespeare como reflexiones sobre la historia, no tanto metateatro como meta-historia (un poco a la Hayden White, supongo): "the plays are fundamentally about the difficulty of preserving the past" (180); son reflexiones dramatizadas sobre
the deepest truth of history writing: that it is not the representation of the past, but is the representation of the past. The past cannot be fully recovered from ’the swallowing gulf / of dark forgetfulness and deep oblivion’ (Richard III 3.7.128-9), and its representation is therefore inevitably partial, in both senses of the word, a product both of the incomplete traces that have survived and the shaping concerns of those who seek and study them. Shakespeare knows that history is always as much invented as found, speaking the interests of the present as much as those of the past that it would bring into view. His histories may be undependable registers of historical fact, but they are brilliant meditations on the nature of history itself" (181).
Y si sucede con la historia, sucede, claro, con la historia literaria. Shakespeare es como el cerdo, se aprovecha todo... y un cerdo proteico además, que si es necesario sabe a vaca o a carnero. Tampoco el volumen éste, The Cambridge Companion to Shakespeare, tiene desperdicio, por cierto; muy recomendable lo veo para quien quiera estudiar a Shakespeares.




Ackroyd’s Shakespeare


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