sábado, 27 de febrero de 2016

Retropost #678 (30 de diciembre de 2005): The Body Artist



... how strange we grow when we’re alone,
And how unlike the selves that meet and talk,
And blow the candles out, and say good night.

Alone. The word is life endured and known.
It is the stillness where our spirits walk
And all but inmost faith is overthrown.

(Siegfried Sassoon, "Alone")

Quizá cambiar "spirits" por "bodies" para The Body Artist. "Time seems to pass. The world happens, unrolling into moments..." Es un libro de Don Delillo (Nueva York: Scribner, 2001) sobre el vacío y sentimiento de irrealidad causado por la pérdida de la persona a la que quieres -- pérdida total, cuando ni siquiera sabes ya si existía esa persona. Lauren Hartke, "the body artist", hace representaciones de teatro vanguardista, intenso y aburrido, sometiendo su cuerpo a extrañas variaciones y cambios de forma, una fluidez que recuerda la carencia de forma del yo en soledad, cuando desaparece el molde que le da la presencia de los demás. Pero esto es periférico, lo más central al libro es la simple ausencia de su marido, el director de cine arruinado Rey Robles. Rey se ha suicidado (tenía deudas, pero quién sabe los motivos de un suicidio) en la casa de su primera esposa Isabel Corrales. Lauren, pillada por sorpresa por todo esto, tiene que aguantar, qué remedio, la duda de si tiene sustancia lo que vivió con Rey. Pero más que interrogarse sobre ello, se dedica a experimentar la soledad y la ausencia, en una casa solitaria, la casa de la costa que habían alquilado y de donde súbitamente se fue él, sin decir palabra, para suicidarse en Nueva York. Lauren hace contorsiones. Se limpia las uñas y los poros.

    A hidden system, interesting, these tallowy secretions, glandular events of the bodily cosmos, small festers and eruptions, impacted fats, oils, salt and sweat, and how nearly scholarly the pleasures of extraction. (106).
Oye voces. Escucha los contestadores automáticos. Ve carreteras vacías por webcams. Rey fue en los 70 "cinema’s poet of lonely places", y es lo que ha dejado atrás. Sus amistades llaman a Lauren, ella quiere estar sola. Hace lo que hace la gente cuando está sola, menos ver la tele y leer. Hace algún show, no tiene dinero. Vuelve a la soledad. No la echan de la casa, el dueño es tímido y humilde. Mira el paisaje.
    The fog was somber and bronzed low-rolling toward the coast but then lost form on landfall, taking everything with it in amoebic murk. (104)
Hay un episodio un tanto falso y efectista, con una especie de retrasado mental aniñado, o ángel, o marciano, o efecto textual, que aparece por la casa, una especie de niño grande que repite a voleo palabras que habían dicho ella y su marido (¿los ha estado espiando?) o, también, palabras sin sentido. O cosas que ella va a decir luego. Ella lo llama Mr. Tuttle, lo lava, lo alimenta, lo mira extrañada, escucha extrañas combinaciones de palabras. Pero no hacía falta este niño iluminado; ya se repite las palabras ella sola. "She thought maybe he lived in a kind of time that had no narrative quality" (81). Bueno, ella también vive ahora en ese tiempo sin tiempo. Quiere oír a Rey en la voz de Mr Tuttle. Pero a veces oye en vez de eso prosa beckettiana, o poesía de Edwin Morgan:
    Coming and going I am leaving. I will go and come. Leaving has come to me. We all, shall all, will all be left. Because I am here and where. And I will go or not or never. And I have seen what I will see. If I am where I will be. Because nothing comes between me. (93)
Luego Mr. Tuttle desaparece igual que había aparecido (este antes y después sí da una cualidad narrativa a la novela, por eso no me gusta); la protagonista está sola otra vez, aunque quizá acabe volviendo a adquirir una identidad, y a marcar el paso del tiempo con los demás, por lo que deja traslucir el final de la novela. Acaba de creer que iba a tener una aparición de su marido. Pero no.
    She walked into the room and went to the window. She threw the window open. She didn’t know why she did this. Then she knew. She wanted to feel the sea tang on her face and the flow of time in her body, to tell her who she was. (157)
Mientras pasa el luto de dentro, mejor sola que mal acompañada, opino yo. Claro que eso no da para una novela, aunque dé para un libro. Da para ir pasando de cuarto en cuarto, de día en día, sin salir del mismo tiempo. La soledad de alguien consigo mismo, que es lo mejor de este libro, se vive mejor en soledad. O con la compañía del viento:

Algo tiene el viento. Te desnuda de las seguridades, te trabaja al final por dentro, continuo, haciendo que notes la precariedad oculta de todo lo que te rodea, de toda la materia sólida de cien actividades -- todo una ilusión endeble improvisada de cualquier manera. (118)





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