sábado, 20 de febrero de 2016

Retropost #659 (17 de diciembre de 2005): Kuhn y el calzador metodológico


Hubo un tiempo, hace unos veinte años, en que La estructura de las revoluciones científicas de T. S. Kuhn era posiblemente el libro más citado del mundo. No sé si habremos cambiado de paradigma, pero ciertamente ya no se oye hablar tanto de él. Y sin embargo su descripción de la manera en que funcionan las disciplinas científicas sigue siendo tan sugestiva como siempre. Normalmente concebimos la ciencia como una acumulación gradual de conocimientos que van desvelando la verdad de la naturaleza. Para Kuhn, ese gradualismo es una ilusión retrospectiva (de hecho podríamos hablar de una dimensión narrativa de su análisis: el progreso científico como un efecto del hindsight bias). La ciencia desfasada (que era ciencia en su tiempo, y decía "la verdad" sobre el mundo) no ha pasado a ser mito, o mentira: es ciencia de otra época, y debe ser contemplada en una perspectiva histórica. Los elementos de ella que perviven (los que "contribuyeron al progreso del conocimiento" según nuestra perspectiva habitual) no iban encaminados a ser ladrillos en nuestro edificio científico, sino en un sistema muy distinto, el de la época en que fueron formulados esos principios. Luego los hemos adaptado, reutilizado... toda ciencia tiene algo de bricolaje. Un historiador como Kuhn debe retrotraerse a la integridad histórica del pasado, y ver qué papel desempeñaban esos conceptos científicos en un sistema que tenía su propia coherencia y cumplía sus propios fines.

La ciencia del pasado ha incluido creencias y conceptos incompatibles con los que hoy consideramos "verdaderos". Eso nos hace suponer que en el futuro también nuestros conceptos científicos y creencias sobre la naturaleza del universo, las leyes de la física, etc., quedarán desfasados y se volverán una "verdad" histórica, entre comillas. ¿Lo son ya, en cierto modo, visto que esta perspectiva es concebible para nosotros? La verdad es en Kuhn algo que posibilita una comunicación, un entendimiento, una acción o una comunidad organizada en torno a ella. La relación de estas "verdades" (todas las verdades) con "la realidad" es algo que es constantemente reelaborado, y que no tiene mucho sentido plantearse como una cuestión científica, fuera de un planteamiento metateórico como éste. En este sentido, las verdades de Kuhn me recuerdan mucho a las verdades interaccionales tal como son definidas en las teorías pragmáticas de William James en The Meaning of Truth o de George Herbert Mead en "A Pragmatic Theory of Truth", mucho antes de Kuhn.

A lo que me refiero con "el calzador metodológico" que señala Kuhn es a esto, traduzco:

La ciencia normal, la actividad a la que la mayoría de los científicos inevitablemente se dedican casi todo el tiempo, se basa en la presuposición de que la comunidad científica sabe cómo es el mundo. Gran parte del éxito de la empresa deriva de la disposición de la comunidad a defender esa presuposición, si es necesario pagando un alto precio. La ciencia normal, por ejemplo, a menudo suprime innovaciones fundamentales porque por necesidad subvertirían sus planteamientos básicos. (5)

Claro que esta actividad de contención tiene un límite, hasta que se rompe el tinglado:

entonces empiezan las investigaciones extraordinarias que llevan a la profesión, por fin, a un nuevo conjunto de planteamientos, a una nueva base para la práctica de la ciencia. Los episodios extraordinarios en los que sucede ese desplazamiento de planteamientos profesionales son los que en este ensayo llamamos revoluciones científicas. Son las destrucciones de la tradición que complementan la actividad limitada por la tradición de la ciencia normal. (6)

Parece claro que uno debería intentar hacer ciencia extraordinaria, y no ciencia normal--suena mucho más interesante. Sin embargo, no está al alcance de cualquiera hacer cosas extraordinarias. Y menos aún conseguir que cuenten como ciencia. Uno de los atractivos del ensayo de Kuhn es su enfoque global, que atiende tanto a la coherencia de las teorías como a los protocolos de comunicación y promoción entre los científicos, a las idiosincrasias y manías, a las circunstancias locales y caóticas que acaban determinando lo que se acepta y lo que no se acepta como ciencia. La ciencia no depende de una inspiración solitaria: es una actividad colectiva, de grupos de personas que reconocen teorías, métodos y procedimientos aceptables; y sin embargo cada uno de ellos es un individuo único, y quizá no exista ningún punto en el que todos estén de acuerdo: la ciencia no se basa tanto en una lógica inflexible como en lo que Wittgenstein llamaba "parecidos de familia" entre grupos de fenómenos sólo parcialmente coherentes (claro que la coherencia tiene que ser la suficiente si es "ciencia" a lo que nos referimos).

Otra cuestión a la que está atento Kuhn y que no entra normalmente dentro del autoconcepto de las ciencias duras es su relación con la textualidad y los protocolos comunicativos. Los géneros lingüísticos utilizados en la formación y la comunicación de la ciencia forman parte de los protocolos que la definen como tal. Así, los libros de texto enuncian los presupuestos básicos de la disciplina, y éstos quedan limitados al uso de los estudiantes, a la formación... No se replantean esos conceptos en cada artículo de investigación, más bien se dan por hechos, y esta acotación del contexto de discusión es crucial para el funcionamiento de la ciencia. Es en los libros de texto, considerados secundarios, y que incluso pueden dañar la reputación del científico que los escribe, donde se articulan explícitamente los paradigmas que orientan y sirven de base a la investigación científica. Una revolución supone un cambio de paradigma. La voz autorial de un libro de texto no se dirige a los no-científicos, ni a miembros de otras "escuelas" y de la propia por igual. De hecho, la "dureza" de las ciencias viene dada por el hecho de que la comunidad científica no cuestiona esos planteamientos ni intenta convencer a nadie de su validez; los da por hechos (mientras duran, claro). Las humanidades no se encuentran en esta fase de desarrollo. Sí aparecen grupos que se comportan como científicos, escuelas que se encierran en sí mismas (la gramática generativa es un ejemplo obvio, o la funcional a continuación) -- pero de hecho es una especie de mimetismo por el prestigio que viene de semejante retórica y parafernalia de la ciencia, intentando endurecer la disciplina por el procedimiento de construir la casa desde el tejado. Estas escuelas pueden imitar la rigidez de la comunidad científica, pero no han constituido ciencias aparte, ni disciplinas académicas aparte (tanto más duros, quizá, los conflictos con otras escuelas o colegas a la hora de aceptar o presuponer la validez del trabajo realizado). "La historia nos hace pensar", dice Kuhn, "que el camino que lleva a un firme consenso en la investigación es extraordinariamente arduo" (15). Y lo que es sorprendente, y caracteriza a los campos que llamamos científicos, es que las divergencias iniciales entre "escuelas" que caracterizan a las otras disciplinas académicas lleguen a desaparecer en gran medida.

La constitución de estos paradigmas se manifiesta en la práctica a través de la constitución de redes sociales y profesionales que pastorean la verdad y validez de lo que se presenta como ciencia. Por ejemplo, en las épocas de conflicto entre paradigmas, gran parte del cambio puede producirse por el surgimiento de una nueva generación de científicos menos apegados a los viejos conceptos y métodos. Al ir desapareciendo la vieja generación (bueno, algunos sí que puede que se "conviertan"...) la profesión y su verdad se han transformado. "Pero siempre hay algunos hombres que se aferran a uno u otro de los viejos puntos de vista, y simplemente la profesión deja de leerlos e ignora su trabajo a partir de entonces. El nuevo paradigma implica una definición del área nueva y más rígida. Los que no quieren o no pueden adaptar su trabajo a ella deben seguir en solitario o sumarse a algún otro grupo" (19). Yo, leyendo estas cosas, pienso en la crisis profesional que está sufriendo la Filología Inglesa en España (ciencia blanda, ciertamente, y tanto más blanda ahora) al haberse suprimido su titulación propia, y al ser cada vez menor el número de personas que se autoidentificarían como "filólogos", aunque de momento sea esa su caracterización profesional oficial. Es, desde luego, un proceso de disolución que da lugar a muchas batallitas locales, alguna de las cuales hemos sufrido en carne propia (así cuando en mi oposición de cátedras se me echaba en cara no ser un "lingüista", a pesar de ser yo incuestionablemente un filólogo que se presentaba a una plaza de filología, y ser la lingüistica una área de conocimiento diferente). Me parece que ninguno de los miembros del tribunal tenía mucha conciencia de sí mismo como filólogo anglista, y sin embargo a título de eso estaban en ese tribunal.

La ciencia dura trabaja mediante proyectos de investigación fuertemente anclados en un paradigma. Son proyectos que buscan desarrollar el paradigma, formular explícitamente sus consecuencias en un terreno dado, o buscar resolver inconsistencias en él, fortalecerlo explicando fenómenos no explicados por él (siempre manteniéndolo como guía) -- lo que no busca esta investigación, la "ciencia normal", es producir conocimiento radicalmente nuevo. "Even the project whose goal is paradigm articulation does not aim at the unexpected novelty" (35). Todo esto son cuestiones de grado, naturalmente. Nadie, en ningún caso, espera encontrar lo inesperado en sentido amplio. Pero según Kuhn los protocolos de las ciencias son mucho más rígidos en este sentido que los de disciplinas no científicas. De ahí podemos deducir quizá la naturaleza de los proyectos de investigación que hoy sirven para financiar a los grupos de investigación en España. Están cortados con el patrón de las ciencias: toda su retórica, y presupuestos, están importados de las ciencias duras. Las humanidades juegan aquí en desventaja - ya desde el requisito inicial de trabajar en equipos de investigación. Los equipos tienden a favorecer el mantenimiento de paradigmas, mientras que la crisis del paradigma suele surgir del trabajo individual (aunque no siempre el trabajo individual sea más original que el realizado en equipo). La responsabilidad del investigador frente al equipo tiende a producir la búsqueda de terreno común, de resultados aceptables para todos (sobre todo cuando todos van a firmar un artículo que quizá sólo uno haya llevado adelante en la práctica). El investigador en ciencia normal y en ciencia de equipo debe resolver un problema concreto, y obtener resultados. Los estudios o experimentos que no obtienen los resultados esperados son inútiles, no se mencionan, no pasan a los anales. Tomemos el caso de un científico que mide longitudes de onda ópticas en condiciones diversas, ateniéndose a una teoría que justifica su actividad, su método y su instrumento:

No es sólo un explorador, o medidor. Por el contrario, debe mostrar, analizando su aparato en términos del corpus de teoría óptica establecido, que los números que produce su instrumento son los que entran en la teoría como longitudes de onda. Si alguna vaguedad residual de la teoría o algún componente no analizado de su aparato impide que complete esa demostración, sus colegas bien pueden concluir que no ha realizado ninguna medición en absoluto. (39)

De estos presupuestos a la supresión de experimentos sin éxito, o de datos que no casan con la teoría, sólo hay un paso. A partir de un momento dado, entra en juego la honestidad o deshonestidad del científico, pero visto desde cierta distancia es todo un cierto continuo de simplificación de la realidad para acomodarla a una teoría dada. (No niego, ni niega Kuhn, la utilidad de las ciencias ni su "seriedad" -- de hecho tanto más serias se vuelven cuando más se cuestiona su relevancia). Del paradigma aceptado, a las teorías específicas, a los métodos e instrumentos utilizados, hay una escala, pero en cada uno de esos pasos la realidad se va construyendo en interacción con el instrumento que la contempla. Y, quizá uno de los hechos más sorprendentes, ni siquiera quienes trabajen dentro de un paradigma, en un problema dado, tienen por qué creer en alguna de las cuestiones fundamentales que definen al paradigma. E incluso los científicos que están de acuerdo en la identificación del paradigma en el seno del cual trabajan pueden "estar de acuerdo en su identificación de un paradigma, sin estar de acuerdo con, o siquiera intentar producir, una interpretación o racionalización completa del mismo" (44). De hecho, la pertenencia a la comunidad científica y la certificación de la validez del trabajo se realizan a un nivel mucho más local, en el que las cuestiones abstractas básicas que caracterizan al paradigma no aparecen sino como trasfondo de la investigación concreta realizada. Esta investigación, de hecho, puede llevarse a cabo sin referirse explícitamente en ningún caso a las reglas del juego (47). Los paradigmas son objetos intelectuales más sólidos para el historiador de la ciencia (como Kuhn) que para el científico que está en su laboratorio trabajando en un problema concreto, manipulando sus frasquitos o sus espectros estadísticos.

El éxito de un paradigma o teoría no viene dado porque, al cotejarlo con "la naturaleza", veamos que dice la verdad. Siempre es un éxito comparativo, relativo a otro paradigma, parte de la competencia que se produce entre ellos en la comunidad científica en una crisis determinada (145). Un éxito relativo: en contra de lo que nos haría pensar una noción simplificada de "falsación", Kuhn señala que si la falsación consistiese en señalar que una teoría no funciona en algunos casos en que debería funcionar, todas las teorías estarían falsadas: siempre hay casos inexplicables, pero puede resultar más útil en conjunto el seguir ateniéndose a la teoría, porque es (en un contexto dado) mejor que otra. Ahora bien, un paradigma dado, o una teoría dada, no sólo aporta novedades y mejoras: también supone el abandono de problemas que la otra teoría planteaba (y que quedarán sin resolver), o la supresión de explicaciones que habían sido válidas y útiles y ahora dejan de serlo. Muchas cuestiones (y esto sucede tanto en ciencia dura como en filosofía) se resuelven por abandono, y porque pasamos a plantearnos otros problemas distintos, no porque se halle la respuesta en los términos en que se planteaba originalmente la cuestión. Y un nuevo paradigma debería dar lugar al surgimiento de nuevos problemas en los que pueda trabajar, con su labor de hormiguita, la ciencia normal, problemas que no eran problemas antes. Así la ciencia progresa no sólo resolviendo problemas, sino también creando problemas para poder resolverlos.

Esta visión un tanto caótica y relativista del progreso científico propuesta por Kuhn tiene mucho en común con la epistemología "anarquista" o "dadaísta" propuesta por Paul Feyerabend en su libro Contra el método. También Feyerabend observa la manera en que métodos y teorías constriñen el campo de lo observable, posibilitando unas preguntas a la vez que imposibilitando otras. En un ejemplo, también sobre óptica, comenta Feyerabend:

En el caso de Newton, la discrepancia cualitativa entre teoría y hecho es eliminada mediante una hipótesis ad hoc. En otros casos ni siquiera se emplea esta frágil maniobra. Se conserva la teoría y se intenta olvidar sus fallos... (...) "Todo lo cual parece repugnar a nuestros principios. Pero, en lo que a mí respecta" -- continúa Barrow -- "ni ésta ni ninguna otra dificultad ejercerá sobre mí tanta influencia como para hacerme renunciar a lo que sé que está de manifiesto de acuerdo con la razón".
Barrow menciona las dificultades cualitativas, y dice que se aferrará a la teoría sin embargo. No es éste el procedimiento usual. El procedimiento usual es olvidarse de las dificultades, no hablar nunca acerca de ellas, y proceder como si la teoría fuese impecable. Esta actitud es hoy muy común. (44).


También Feyerabend está atento a la falacia retroactiva en la constitución de nuestra imagen de la ciencia. "Mirando retrospectivamente a la historia vemos que el progreso, o lo que hoy se considera como progreso, ha sido conseguido casi siempre por contrainducción" (148).

El conocimiento proporcionado por el especialista es, pues, un conocimiento sesgado, tanto más cuanto más se aplica a ámbitos ajenos a su área de especialización. Recomienda Feyerabend la eliminación de especialistas de los puestos de poder, y "absoluta desconfianza ante el testimonio del especialista y ante la moralidad del especialista" (154).

"Un especialista es" para Feyerabend "un hombre o una mujer que ha decidido conseguir preeminencia en un campo estrecho a expensas de un desarrollo equilibrado. Ha decidido someterse a sí mismo a estándares que le restringen de muchas maneras, incluidos su estilo al escribir y su manera de hablar, y que se siente dispuesto a vivir lo más en concordancia que pueda con estos estándares mientras esté despierto (siendo esto así, es probable que también sus sueños estén gobernados por estos estándares)." (129).

La compartimentalización del conocimiento y la actividad humana producida por la división del trabajo, por la educación especializada y por la ciencia entra en conflicto

"con el cultivo de la individualidad, que [es lo único que] produce o puede producir seres humanos adecuadamente desarrollados" (Mill, On Liberty), "comprime, como el pie de una dama china, cada parte de la naturaleza humana que descuella sobre las otras y tiene la tendencia a hacer a la persona marcadamente distinta en líneas generales" (Mill) del ideal de racionalidad que está de moda entre los metodólogos". (16)

Una receta propuesta por Feyerabend (importada de J. S. Mill) es potenciar la proliferación de la diversidad, ya no sólo en la sociedad y en la ciencia (pluralidad de escuelas, métodos, grupos, tradiciones y culturas) sino interiorizándola: pluralidad intraindividual. (Con el peligro de que puede llevar "en casos extremos a personalidad múltiple" (150)). Pasa Feyerabend a exponer un ideal alternativo de desarrollo humano, y acude para eso, quizá por sobrecompensación, hasta los mares del sur.

"Todo lo que se necesita es menos moralismo, menos seriedad, menos interés por la verdad, un desinflamiento de la "consciencia profesional", una actitud más lúdica, la convencionalización de "una carencia de sentimientos profundos" (Mead, Coming of Age in Samoa, p. 7); cf. también p. 35: "Y junto a esto va la continua exigencia de que no se debe ser demasiado eficiente, demasiado destacado, demasiado precoz. Nunca sobrepasaré a los compañeros más que un poco" (el subrayado es mío), más una buena dosis de pereza y podremos llegar a nuestro pastel: libertad de elección tanto en los asuntos prácticos como en los intelectuales, y comerlo: pero una libertad sin demasiada tensión mental o emocional." (151-152)

Concluye Feyerabend que esta epistemología "anarquista" o "dadaísta" es útil circunstancialmente, no como ley absoluta:

"Puede llegar, desde luego, una época en la que sea necesario dar a la razón una ventaja temporal y en la que sea prudente defender sus reglas con exclusión de cualquier otra cosa. Pero no pienso que la nuestra sea una época de este tipo." (16-17).

Y si los años 60 no eran una época de este tipo, ¿qué decir de los 2000... esos sesenta corregidos y disminuídos? Con la metodología introducida ahora en forma de plantilla informatizada...


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