domingo, 4 de octubre de 2015

This Is My Play's Last Scene


Un poema de los Holy Sonnets de John Donne, "This Is My Play's Last Scene", que me llama la atención en primer lugar por la metáfora de la vida como teatro, aunque es sólo la primera imagen de muchas que da para el telón final:

This is my play's last scene; here heavens appoint
My pilgrimage's last mile; and my race,
Idly, yet quickly run, hath this last pace,
My span's last inch, my minute's latest point;
And gluttonous death will instantly unjoint
My body and my soul, and I shall sleep a space;
But my'ever-waking part shall see that face
Whose fear already shakes my every joint.
Then, as my soul to heaven, her first seat, takes flight,
And earth-born body in the earth shall dwell,
So fall my sins, that all may have their right,
To where they'are bred, and would press me, to hell.
Impute me righteous, thus purg'd of evil,
For thus I leave the world, the flesh, the devil. 

 Traducido así a la ligera:

Esta es la última escena de mi drama, aquí el cielo señala
la última milla de mi peregrinar, y mi carrera,
que he corrido ocioso pero rápido, tiene este último paso,
la última pulgada de mi palmo, el último punto de mi minuto;
y la muerte glotona al punto desmembrará
mi cuerpo y mi alma, y dormiré un rato;
pero mi parte insomne verá ese rostro
que de miedo me hace temblar ya todo el cuerpo.
Entonces, mientras mi alma al cielo, su primer asiento, emprende el vuelo,
y el cuerpo nacido terrenal morará en la tierra,
que del mismo modo caigan mis pecados, y cada cual tenga lo suyo,
a donde se criaron, y a donde querrían llevarme a la fuerza, al infierno.
Consideradme recto, purgado así de mal,
Puesto que así dejo el mundo, la carne y el demonio.

Quizá lo más llamativo, aparte del temor reverencial a Dios que aparece en otros sonetos —Dios es para Donne una especie de terrorífico rey absolutista en su corte majestuosa— es la curiosa manera en que formula su esperanza de resurrección y trascendencia. 

Hay quien dice que las sucesivas reformas y conversiones doctrinales forzosas dejaron a los ingleses sin fe—sólo con una creencia formulaica, y con una religión política. A Donne sí lo dejaron más dispuesto a jugar con las ideas doctrinales que a tomárselas muy en serio. En cuestiones de religión, quizá su expresión más directa y sincera sea esa Elegía en la que dice que la auténtica verdad está en la búsqueda incesante de la verdad, y no en creerse que se ha hallado en una doctrina que prometa certidumbre y detenga esa búsqueda.

Así pues, la teología de este poema, si nos lo tomamos como teología y no como juego de ideas, es totalmente poco ortodoxa... y sin embargo muy cristiana a su manera.
Ante la duda de si él, como pecador, irá al cielo o al infierno, Donne prefiere tomar todas las alternativas. Irá al cielo, irá al infierno, y también se quedará en la tierra.  Es decir, su alma inmortal irá al cielo, que es de donde viene, su cuerpo se quedará evidentemente en la tierra (aunque esto contradice otros sonetos divinos, y la resurrección de los cuerpos) y sus pecados caerán al infierno, que es su lugar más propio. La cosa ciertamente tiene su lógica propia, y reduce a un ejercicio de ingenio metafísico las dudas y angustias sobre el más allá. Quizá sea el mejor uso que pueda dárseles, a esas angustias trascendentales.





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