lunes, 9 de junio de 2014

El fiasco de Vox, del PP, y de España

Dice Santiago Abascal que Vox es el único partido de derechas que hay en España. Bueno, haberlos haylos, lo que es cierto es que son insignificantes. Aparte del PP, suponiendo que el PP sea de derechas y no esté exclusivamente poseído de sí mismo, es Vox el único partido nacional del ámbito derechista más o menos liberal que ha estado a punto de volverse significativo en el panorama electoral.  A Ciudadanos lo considero más bien centrista, y a UPyD de centro-izquierda.

La fórmula socialista, más o menos aplicada por Zapatero (dentro de una moderación socialdemócrata) precipitó al país a la ruina más rápido de lo que habría ido sin el pastoreo del Guardián de Nubes. Lo que da de sí el PSOE, cuando con una mano roba y con la otra sigue su ideario, ya se ha visto, una vez y otra, y no parece que la cosa vaya a ir a mejor si optan por desmelenarse, con coleta o sin ella, para seguir el ejemplo de Podemos. La trayectoria del PSOE, más de petit comités e intrigas palaciegas, será seguramente presentar a la Susana Díaz como la gran esperanza rubia. Su mérito es ser mujer, quizá suficiente a estas alturas del simplismo. Sus deméritos son demasiado largos para este artículo.

Si Vox es el único partido de derechas, las Europeas nos han demostrado que las derechas no sacan ni un diputado en España. Esto no es sociológicamente realista, y sin embargo pasa. Es señal de una anomalía—una anomalía que se ve más claramente cuando se examina la política españolista de los dos supuestos partidos del bipartidismo nacional. Sean lo que sean el PP y el PSOE, está claro que no están por potenciar la unidad de España, sino por potenciar su desintegración en estadillos enfrentados, envidiosos y rencorosos, y en fomentar las alianzas destructivas con los secesionismos vasco, catalán, y los que vengan. No es maravilla en el PSOE, más bien parte de una trayectoria coherente. Pero llama la atención en el PP—más debería llamar la atención, porque parece que su electorado no se ha enterado muy bien todavía de qué va la cosa. El único panorama de consuelo es que han cogido una mínima fuerza dos partidos de centro que parecen más decididos a poner coto a la disgregación política del país, y así ya no es la cosa patrimonio de la "extrema" derecha. Pero es una representación mínima la que tienen, pues el PP pastorea la gran mayoría de los votos antinacionalistas a una vía muerta donde los desactiva de la manera más pérfida y estúpida imaginable.

Lo del PP es un caso especial, algo nunca visto. Secesionistas de vocación, hay. Pactarios que van a lo suyo y se potencian quemando los muebles del país, los hay en el PSOE y en IU. Pero cesionistas por sistema, que con mayoría absoluta nombran a un nacionalista catalán para presidir la mesa de asuntos exteriores, eso no se veía tanto. Mariano Rajoy es la bomba de neutrones para el propio PP—blando con todos sus enemigos mortales, es inflexible como Terminator con los que sostienen los principios tradicionales del PP. Extermina todo lo que pueda suponer mantener el ideario del PP como supuesto partido de derecha liberal. Claro, que ahí la línea ya la marcó Aznar cambiando a Vidal Quadras por Piqué en Cataluña. Mariano ha profundizado en esa línea hasta el punto de dejar sorprendido y alarmado al propio Aznar. Ha incumplido todos y cada uno de los puntos de su programa, aplicando en muchos casos un programa absolutamente contrario que guardaba en el bolsillo trasero izquierdo y no había enseñado a nadie. Si en el PSOE había indefinición, arbitrariedad e improvisación, en el PP ha habido algo mucho peor: una estafa deliberada y sistemática a sus electores. Pensaría uno que no se podía caer más bajo en política—y ahí cifraban sus esperanzas los escisionados de VOX. En buena lógica, deberían haberse llevado todos los votos del PP, y dejar a éste extraparlamentario en Europa, aunque las cosas no funcionen así. O darle al menos una mordida de cuatro millones de votos, ¿no? La situación se prestaba... mucho.

Pero no, no funcionan así las cosas. Ni de lejos. ¿No se podía caer más bajo? SÍIIIIII..... mucho más hondo. Mariano Rajoy & Cia. no, esos ya habían agotado sus límites. Pero tras la bajeza abyecta del partido y sus Aparatos, ha venido la bajeza de sus bases y votantes. El PP ha vuelto a ganar las elecciones, a costa de darse lo que consideran un cierto batacazo y perder su mayoría absoluta. Qué menos. Pero ahí están, el partido más votado. Algunos votantes del PP han votado a Vox—muy pocos. Bastantes se han abstenido—bastantes millones, digo. Y un número no despreciable—los que hacen y deshacen, los que son Ciudadanos y no siervos porque votan, aunque voten como votan, y aunque no sean de Ciudadanos, y sean siervos de su inercia... han vuelto a votar al PP. Haga lo que haga y diga lo que diga. Al PP, y a todo lo contrario, que es lo mismo. Si los de Vox siguen adelante, para sacar uno o dos diputados con suerte en las nacionales, hay que decir que tienen fe—una fe injustificada en un país de votantes ovejunos, lanares.  Ha quedado claro que dirigirse a ellos con llamamientos a principios, ideas o valores es como echar margaritas a los cerdos—es un lenguaje que no entienden, o un programa que no les emiten por la tele.

Así no hay manera. Así deja Vidal Quadras el liderazgo del proyecto, que lo entiendo, aunque haya que decir que no es lo bastante serio por su parte. Da la medida de la desilusión. Es que en un país que actúa así, que hace esta elección de bajeza insondable, volver a elegir al estafador, no hay política racional posible, ni posibilidad de regeneración. Estamos listos para Berlusconi. Que venga, que tiene el campo libre. Pero para qué lo queremos, si ya tenemos a Mariano, que nos retrata. A mí en concreto no, pero a lo que hay—sí. Es lo que España quiere, y es lo que tiene. Y de aquí—a peor. No se piensen que no, que no han visto nada aún.




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