lunes, 21 de octubre de 2013

Defensa de la Filología

Aparece en CoolEssays un trabajo mío titulado "Filología, Lingüística y Teoría Literaria: Sobre 'subáreas' e interfaces en Filología Inglesa." Lo publiqué en mi web hace tiempo, y en el SSRN, y ahora lo reencuentro convertido a nuevo formato. Ocho páginas en red, más bien unas 40 páginas tamaño folio, que vienen de mi fallida memoria de cátedras de hace diez años.  

Cometí la "osadía" de presentarme a una plaza de Filología Inglesa, con tareas docentes en "lingüística inglesa", con un currículum investigador centrado en la teoría literaria, el análisis del discurso, la narratología, estilística y teoría de la interpretación. Como ya venía avisado por la presidenta del tribunal de que no se veía mi candidatura favorablemente, me pertreché para justificar teóricamente lo que quizá no haría falta justificar en principio: que el estudio de la Filología Inglesa requiere tanto el conocimiento de la lengua como de la literatura; que los estudios de teoría literaria, narratología, estilística, etc., son inherentemente lingüísticos, y que la interfaz entre estudios lingüísticos y literarios es el meollo mismo y definición de la disciplina de Filología.

Que si quieres.

El tribunal se despachó por la vía rápida, alabando la calidad de mi trayectoria y de mis publicaciones, pero negándose en redondo a aceptar que estas cuestiones tuviesen nada que ver con la lingüística. Al parecer el tribunal entendía por "lingüística" única y estrictamente "gramática"—una pequeña confusión interesada que les hubiera costado un cero patatero en un examen de lingüística de primero.

Hay que decir que la idea misma de Filología al parecer desagrada a muchos de nuestros filólogos, que prefieren concebirse a sí mismos como "lingüistas" o "literatos" ignorando en la medida de lo posible el terreno común o interfaz que los une, o fumigándolo si es preciso. La Filología se considera una cosa decimonónica y digna de ser desmantelada. Pasmoso, pero es así. De ahí que nuestro grado haya dejado de llamarse "Filología Inglesa" para pasar a llamarse "Estudios ingleses". 

Al dejarse vacante la cátedra, recurrí al Rectorado, que guardó silencio administrativo, callado como una tumba esperando enterrar la cuestión. Y recurrí a los juzgados, que en sustancia dieron la razón al tribunal por un razonamiento típico de la justicia española. A saber, como los miembros del tribunal son el tribunal, tienen razón por definición en todo lo que digan sobre su área, que para eso son los expertos. Las irregularidades formales, que también las hubo a manta, las justificaron todas los jueces como si les fuese la vida en ello. Y a correr.

Esta resolución mereció un detallado comentario estilístico-jurídico que le dediqué en varios capítulos. En cuanto a la plaza de cátedra, largos años vacante, fue a donde tenía que ir a parar, a gente con más apoyos y mejor relacionada con los catedráticos del departamento. Y que, si no hacían gramática, sí hacían una lingüística más del gusto de los oídos del tribunal.

En fin, allá queda un trozo de mi argumentación sobre la filología y la lingüística, for what it's worth.


 
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