domingo, 18 de agosto de 2013

Dilettantismo y andante caballería

Y discordia concors. En este artículo sobre Vannevar Bush y su Memex encuentro la siguiente reflexión de Fritz Mauthner (a quien leía Beckett) justificándose por hablar de cosas en las que no era especialista:

Sin duda no soy profesional en muchas ciencias… No soy profesional en las ramas de la lógica, matemáticas, mecánica, acústica, óptica, astronomía, biología de las plantas, fisiología animal, historia, psicología, gramática, ciencia lingüística india, románica, germánica, eslava… Hace muchos años hice un cálculo. Yo necesito para mi trabajo conocimientos de 50 hasta 60 disciplinas… Para cada una de estas disciplinas precisa una cabeza acondicionada lo menos cinco años para asimilarse solamente los fundamentos de un saber profesional. Yo necesitaría, pues, unos trescientos años de incesante trabajo antes de poder comenzar a escribir mis propios pensamientos… No soy tímido ante el trabajo. Yo hubiera ocupado en ello gustoso los trescientos años, no introduciendo en juego, como se acostumbra, ante un problema de tal magnitud, la medida de la vida humana. Pero yo me decía: suerte de las disciplinas científicas, excluidas algunas pocas, es que sus leyes no duren trescientos años; que yo, pues, tras los trescientos años de trabajo hubiera sido siempre y únicamente profesional en la última y estudiada disciplina, un diletante en las disciplinas cuyos estudios quedarán unos diez o veinte años atrás y un ignorante en las demás.

Es el dilettantismo interdisciplinar (en todo menos en la Filología) el destino del filólogo, si atendemos a la definición de Filología del Diccionario de Autoridades:

PHILOLOGIA. s.f. Ciencia compuesta y adornada de la Gramática, Rhetórica, Historia, Poesía, Antigüedades, Interpretación de Autores, y generalmente de la Crítica, con especulación general de todas las demás Ciencias. Es voz Griega. Lat. Philologia.

Quizá la Filología así entendida sea interdisciplinar por necesidad teórica, dilettante por necesidad práctica, y omnisciente por imperativo categórico, ofreciendo una mezcla imprevisible de omnisciencia, interdisciplinariedad y dilettantismo.

Y quizá toda empresa bien emprendida requiera semejante interdiscipinariedad total, un empeño imposible, o posible por su misma imposibilidad, que le pone límites inherentes. Así definía Don Quijote los conocimientos necesarios para practicar la ciencia de la caballería andante:

—Es una ciencia—replicó Don Quijote—que encierra en sí todaso las más ciencias del mundo, a causa que el que la profesa ha de ser jurisperito, y saber las leyes de la justicia distributiva y comutativa, para dar a cada uno lo que es suyo y lo que le conviene; ha de ser teólogo, para saber dar razón de la cristiana ley que profesa, clara y distintamente, adondequiera le fuera pedido; ha de ser médico, y principalmente herbolario, para conocer en mitad de los despoblados y desiertos las yerbas que tienen virtud de sanar las heridas; que no ha de andar el caballero andante a cada triquete buscando quien se las cure; ha de ser astrólogo, para conocer por las estrellas cuántas horas son pasadas de la noche, y en qué parte y en qué clima del mundo se halla; ha de saber las matemáticas, porque a cada paso se le ofrecerá tener necesidad dellas; y dejando aparte que ha de estar adornado de todas las virtudes teologales y cardinales, decendiendo a otras menudencias, digo que ha de saber nadar como dicen que nadaba el peje Nicolás, o Nicolao; ha de saber herrar un caballo y aderezar la silla y el freno; y volviendo a lo de arriba, ha de guardar la fe a Dios y a su dama; ha de ser casto en los pensamientos, honesto en las palabras, liberal en las obras, valiente en los hechos, sufrido en los trabajos, caritativo con los menesterosos, y, finalmente, mantenedor de la verdad, aunque le cueste la vida el defenderla. De todas estas grandes y mínimas partes se compone un buen caballero andante; por que vea vuesa merced, señor don Lorenzo, si es ciencia mocosa lo que aprende el caballero que la estudia y la profesa, y si se puede igualar a las más estiradas que en los ginasios y escuelas se enseñan. (II.xviii)


En Filología (o al menos en la filología que a mí me gusta, quizá un tanto filosófica o especulativa, quizá mejor diga ensayística) interesa especialmente la capacidad de sintetizar y analizar, y ello para poder hallar elementos comunes y diferencias relevantes entre los fenómenos estudiados. Enlazar una idea con otra—y así Janet Murray, en The New Media Reader, relaciona a Borges con los hipertextos. La filosofía del enlace y la asociación es crucial en el pensamiento, y en el pensamiento sobre el pensamiento, y sobre eso escribí algo en Training the Train of Ideas. Si no es reflexiva la Filología—como regreso retrospectivo, cum differentia, a unos textos que de por sí son ya interpretación y reflexión... ¿qué podria serlo?



En el excurso de hoy quería comentar, y analizar y relacionar, este fragmento de Kenneth Burke. Viene de A Grammar of Motives (192) y lo cita Stephen Bygrave en Kenneth Burke: Rhetoric and Ideology, p. 98:

The great departures in human thought can be eventually reduced to a moment when the thinker treats as opposite, key terms formerly considered apposite, or v.v. So we are admonished to be on the look-out for those moments when strategic synonymizings or desynonymizings occur. And, in accordance with the logic of our ratios, when they do occur, we are further admonished to be on the look-out for a shift in the source of derivation, as terms formally derived from different sources are now derived from a common source, or v.v.


Se observará que enfatiza Kenneth Burke el carácter estratégico o heurístico podríamos decir de estas investigaciones, interesantes no sólo o no tanto por lo que descubren, sino más bien por lo que posibilitan, las nuevas rutas que abren.

Me hace pensar la reflexión de Burke en la contraposición entre síntesis y análisis, tal como se encuentra por ejemplo en la oposición entre pensamiento sintético y pensamiento analítico tal como la apuntaba Hobbes en su comentario sobre la fantasía y el juicio racional. Para Hobbes (en el prefacio al Gondibert de Davenant), la fantasía ve similaridades entre cosas disimilares—la metáfora sería un buen ejemplo de este proceder—mientras que el juicio racional es una operación analítica, encuentra diferencias entre cosas superficialmente similares. La identificación de estos dos principios analítico y sintético con la racionalidad y la fantasía es desde luego una simplificación, pero (una vez más) debemos apreciar lo que posibilita en su momento, en tanto que un primer intento de una teoría psicológica de la imaginación y de la poesía.

También en la tradición crítica inglesa, Wordsworth y Coleridge (en parte caracteres similares, y opuestos) teorizaron esta dialéctica entre identidad y diferencia en el pensamiento poético. La imaginación, para Coleridge, es una fuerza integradora de opuestos, buscando un equilibrio de contrarios. Según Wordsworth (en su prólogo a Lyrical Ballads) hace extraño lo que es familiar y familiariza lo que es extraño—todo un precedente de la teoría de la desfamiliarización de Shklovsky y los formalistas rusos. Esta dialéctica de familiarización y desfamiliarización (identidad de opuestos, y diferencia de una cosa consigo misma o con su imagen habitual) iba a ser el plan de la colaboración de los dos poetas en las Lyrical Ballads que iban a escribir conjuntamente. Wordsworth había de tratar con temas de la vida cotidiana, con un realce imaginativo que llevase a intuir una presencia de un elemento sobrenatural o desconocido; Coleridge habría de desarrollar temas fantásticos (como hace en "The Ancient Mariner") infundiéndoles imaginativamente el barniz de lo cotidiano, para producir un efecto de credibilidad, o lo que él llamaba the willing suspension of disbelief. Sea como sea, señala Coleridge, el poeta ha de unir a una capacidad de observación exacta el poder modificador de la imaginacióin, mezclando lo viejo y lo nuevo de tal manera que la frescura de las sensaciones esté siempre presente en el poema (sigo aquí la exposición de Wimsatt y Brooks en Literary Criticism). 

Otras derivaciones de esta noción de la imaginación como una integración de opuestos se encuentran en diversas conceptualizaciones críticas de Coleridge; será tal vez el mayor inspirador decimonónico de los nuevos críticos. La tensión dialéctica de los opuestos, como en el arco y en la lira que diría Octavio Paz, es crucial en esta poética de la creatividad. La expresión sobre el arco y la lira viene de Heráclito—en Conectando con Heráclito el Oscuro divago un poco más sobre la inspiración en Heráclito de esta harmonía que viene de conectar lo inconexo.

A lo que voy es que para que salgan a la luz conexiones interesantes, en poesía y en filosofía, en ciencia y en arte y en todo tipo de creación y pensamiento—hace falta tanto conocimiento experto como dilettantismo, u osadía tal vez... un poco de chifladura a lo Don Quijote, que unía entreveradamente razón y disparate. O quizá igualmente sirva el efecto eureka de lo inesperado, o de la serendipia, que crea una conexión donde no la había, y donde pedía estar. Y la conexión se crea en la cabeza, antes de estar en el mundo. En buena medida, nunca sale de la cabeza, y la mayoría de las conexiones y oposiciones del universo en que vivimos son objetos mayormente mentales, no más verdad que ficción, líneas imaginarias que trazamos entre los objetos para ordenar el mundo.

Algo parecido —la realidad como realidad virtual— sugería Kenneth Burke en su ensayo sobre "Las cosas significan palabras", en Language as Symbolic Action. Aquí lo comento. Y volviendo al texto de A Grammar of Motives sobre sinonimización o des-sinonimización (lumpers y splitters, podríamos llamarlos)—otra cosa que me trae a la cabeza (conecta conecta), con la que podría estar relacionado. Es el famoso dictum desconstructivista, derrideano, sobre la falaz naturaleza de las oposiciones polares o pares binarios: aunque Burke establece un par binario entre sinonimización y des-sinonimización, o síntesis y análisis, recordemos que ve en su acción una distinción operativa o estratégica, más que captadora de esencias inmutables.  El dictum a que me refiero lo glosaba Barbara Johnson (d.e.p.) en forma de máxima: the difference between is the difference within. Y esto lleva a ver la oposición polar de una cosa consigo misma, o su identidad o diferencia consigo misma, según se contemple. La diferencia entre el día y la noche, o el animal y el hombre. Como se ve la oposición polar es engañosa; el día no sólo se opone a la noche, sino que se opone a sí mismo, interiormente, en día-noche. Y el hombre es animal, además de ser lo contrario de los animales. De la misma manera, supongo, sería desconstruible la oposición entre análisis y síntesis. ¿El parecido con la tesis de Burke? Nada hay más sinónimo con algo, o más idéntico a algo, que ese algo mismo. Pero con un examen más detallado, surge la diferencia interior, y el juego de lo otro dentro de lo mismo.

Por cerrar la especulación, diré que tampoco hay diferencia tajante ni inamovible entre la especulación como razonamiento serio, y la especulación como vapores divagantes del pensamiento, ni entre la ciencia dura y la semiología blanda, ni entre el ensayo y la filosofía. Tampoco, en última instancia, entre la locura y la razón. Diferencias hay, claro, pero no están todas donde pensábamos que estaban. Ni ellas, ni los parecidos.


 
 
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