sábado, 23 de febrero de 2013

Las Biblias de Obama

Aquí en Debates en Libertad, un debate sobre la Revolución Americana y los orígenes del sistema democrático americano. Entre ellos, el puritanismo y la tradición de respeto a los dissenters. A cuenta de la tradición de enraizamiento religioso de la democracia americana, unos dicen que está cambiando; César Vidal recuerda que Obama ha jurado con dos biblias. Como quien dice, ojo, no ya una biblia, sino dos.

A lo cual quiero comentar que dos biblias valen menos que una. Obama empezó su primer mandato jurando o perjurando por la biblia de Martin Luther King, personaje histórico al que toma o coopta como avalista o role model.  Sobre Obama, el primer presidente negro, habría que decir que es curioso como icono. La comunidad negra evidentemente lo ha acogido bien, pero es ésa una de sus muchas contradicciones. Podría considerarse incluso gravemente lesivo para la dignidad de los afro-americanos el que el primer presidente negro elegido en USA no desciende de dicha comunidad.  Su padre era africano, claro (aquí la curiosa historia de Barack Obama senior). Y eso podría considerarse un caso de irse a buscar negros a África, como si aquí en América hubiera pocos—sin necesidad de llegar a la reflexión todavía más desagradable para la comunidad negra de que entre sus idealizados africanos (esa idealización quizá haya jugado a favor de Obama, de hecho) no sólo estaban los negros que no fueron vendidos como esclavos, sino también (oh heart of darkness...) los negros esclavistas, o negros negreros. 

Lo que USA no ha tenido aún, ni quizá tenga en mucho tiempo, es un presidente descendiente de esclavos. Para eso está Michelle, y ese es su rol crucial en la Casa Blanca, o bueno, la casa Caucasiana, o como se llame. 

 



A lo que iba. Las Biblias de Obama. En su segundo mandato, y más fiel a su naturaleza doble o dúplice, quizá invocando el favor de los blancos, o de su media alma blanca, Obama ha jurado con dos biblias. La de Martin Luther King, y la de Lincoln. Éste último es, claro, el gran icono blanco de los negros, el presidente que liberó a los esclavos por decreto, un episodio crucial narrado en detalle en la última película de Steven Spielberg. Hasta ahí todo bien; y Lincoln también es un buen modelo de política posibilista, al igual que la película de Spielberg es (precisamente por mostrarlo así) un buen modelo de película pro-Obama.

Pero como digo, dos biblias son peor que una, desde el punto de vista religioso. Ya está bastante mal personalizar la biblia, la biblia de Luther King— ya no es sólo la Biblia de Dios, sino la biblia de ese hombre ante todo. Y dos biblias—ya queda Dios relegado como el espíritu santo de esta trinidad. Lo que hace Obama, en un movimiento magistral (y posibilista, y oportunista, e infinitamente inteligente en el contexto del simbolismo americano) es continuar la tradición de democracia protestante puritana, y a la vez orientarla en la dirección que desea; primero, supeditando ese fundamento divino y poniendo en primer plano la tradición de liderazgo democrático y el presidencialismo. El valor icónico de los líderes, y de los presidentes, es aquí primordial, y Obama está en ese juego mediático. Pero en términos de pensamiento político, su maniobra bíblica es un hermanamiento simbólico de las dos comunidades, blanca y negra, a la vez que las mantiene como tradiciones distintas. Diferenciadas, pero en última instancia basadas en la democracia protestante original. El énfasis cambia significativamente, y la religión queda desenfatizada, a la vez que se mantiene una continuidad con la tradición de las instituciones. Un artista, Obama, o un producto bien acabado.

En el debate enlazado arriba, por cierto, César Vidal niega que Jefferson tuviese hijos con su esclava Sally Hemings (las películas sobre el tema vale la pena verlas, por ej. Sally Hemings: An American Scandal). Vidal se atiene a la versión de la fundación Jefferson, que no es sorprendente que piensen así, pero la mayoría de los historiadores interpretan los datos de otra manera. Jefferson tuvo hijos con su esclava; más gravemente, era a la vez demócrata, liberal, y esclavista, siendo así un ejemplo paradigmático de las contradicciones fundacionales de los Estados Unidos, contradicciones que en cierto modo se encarnan en su actual presidente. Dice Toni Morrison sobre esas contradicciones que el carácter distintivo de los EE.UU. desde su fundación es la conjunción de las proclamas de libertad superpuestas a la perpetuación de la subyugación en el corazón mismo del experimento democrático. Son "una nación de gentes que decidieron que su visión del mundo combinaría planes de libertad individual y mecanismos de opresión racista destructiva". 

Esas contradicciones son comentario suficiente sobre las "verdades evidentes de por sí" a las que apelaban los signatarios de la Declaración de Independencia, y en nuestros debatidores de Libertad Digital. Obama está por la superación de estas contradicciones—se lo exige su propio ser—pero a la vez es un producto de ellas, de modo paradójico, y lleva a sus espaldas no sólo su propia identidad sino mucho simbolismo relativo a la identidad política norteamericana. Es un buen administrador de símbolos, parece—aunque la deuda americana sigue creciendo, y eso pesa más que dos biblias juntas.

 
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